Maracaibo es
irrefutablemente una de las ciudades de mayor importancia de Venezuela. Sin
importar la óptica bajo la cual se mida su importancia – ya sea por su gran
influencia económica en el occidente venezolano, por ser la capital del diversamente
rico estado Zulia, o por ser centro de concurrencia de un masivo número de
electores-; nuestra ciudad es claramente indispensable para el desarrollo,
estabilidad y porvenir nacional. Sin embargo, su situación fáctica no refleja
la significancia que la reviste. Para el ojo de un individuo ajeno a nuestros
problemas, la apariencia actual de Maracaibo le daría a entender que ésta no es
más que la típica ciudad caótica de las naciones subdesarrolladas.
Desafortunadamente, el acontecer sociopolítico y el devenir histórico han
generado precisamente eso, una ciudad caótica dentro de una nación
subdesarrollada.
Es increíble y a
la vez frustrante ver como Maracaibo se derrumba sobre quienes la habitamos.
Esos habitantes, por cierto, somos cada vez más, contándonos ya por millones;
quedando así Maracaibo como una metrópolis donde su masa poblacional no se
corresponde con los recursos y servicios existentes (o carentes, para ser más
acertado). De la infinidad de problemáticas que azotan actualmente, podemos
destacar varias que figuran por su especial acentuamiento, y aún así pecaremos
de superficiales por tratarlas tan someramente.
Así pues,
primeramente hay que traer a colación el tema de los servicios públicos, los
cuales son prestados discontinuamente, irregularmente, y sin calidad; esto se
evidencia especialmente en el servicio de agua potable, el cual es usualmente
interrumpido y proporciona agua arenosa. De igual manera, el transporte público
es especialmente mediocre y desorganizado, estando constituido por un sistema
de autobuses precario, donde los conductores irrespetan las paradas asignadas,
además de maltratar y personalizar las unidades que conducen; y por el peculiar
fenómeno de los “carritos por puesto”, que toma las máximas de mediocridad
operantes para los autobuses y las adapta a automóviles de menor tamaño y vieja
data, que se encuentran reducidos a chatarra ambulante.
Por otra parte,
no existe planificación urbana alguna, las vías peatonales y de tránsito
automotor se encuentran en condiciones deplorables y con un sistema de
señalización muy pobre, caracterizado por sus adornos y alegorías políticas;
además, las plazas y parques citadinos pueden contarse con los dedos de las
manos, y aquellos existentes lucen especialmente olvidados y estéticamente pobres.
Asimismo, la
inseguridad rampante se ha constituido como el problema más preocupante, ya que
amenaza continuamente la integridad y bienestar del ciudadano. Para el mayor de
los colmos, parece ya formar parte de la cotidianidad, la vemos como algo que
hay que soportar y a lo que debemos adaptarnos, y no como el cáncer social que
realmente es, que debe combatirse y erradicarse a toda costa.
La pregunta que
debemos hacernos con respecto a toda esta situación descrita es, ¿por qué se
encuentra en estas condiciones nuestra Maracaibo? Parece una respuesta difícil,
pero no lo es tanto; basta decir que se encuentra en estas condiciones por la
suma de varios factores:
Tenemos
por una parte la inoperancia y pasividad del Poder Ejecutivo Municipal,
entiéndase por tal, la Alcaldía. Los gobiernos que han llevado las riendas de
este órgano desde hace décadas se caracterizan por ser sumamente corruptos,
nepotistas y tener como prioridad la politiquería y la perpetua propaganda
electoral, dejando a un lado sus reales funciones de administración. La policía
local es ineficiente, los distintos institutos autónomos municipales no hacen
nada. A todo ello se encuentra aunada la asfixia que ejerce el gobierno
nacional sobre la Alcaldía, que por la diferente identidad política de los
gobernantes locales, impide que los recursos
económicos lleguen en su totalidad a las arcas municipales.
Por otro lado,
el otro factor decisivo que ha llevado a Maracaibo al declive es la propia
mentalidad de sus habitantes; la indiferencia ante los problemas reina entre
los maracaiberos, esos dichos: “que los demás lo resuelvan”, “que la Alcaldía
vea como hace”, nos tienen en este estado. Más bien parece ser que los
problemas son cultivados y promovidos desde la colectividad con esa actitud
indiferente y con el irrespeto a la ley; que los ciudadanos quebranten las
normas de Derecho, que están para procurar nuestra correcta convivencia, es el
mayor obstáculo para el progreso.
Así las cosas en
nuestra ciudad, pareciera que tenemos un muy oscuro panorama y un futuro
negativo. Sin embargo, considero que este pronóstico tan pesimista es
reversible. Las cosas no tienen por qué ser así, el presente y el futuro de
nuestra ciudad pueden ser brillantes si nos lo proponemos. Todo está en nuestras
manos; de nosotros los maracuchos, marabinos o maracaiberos depende el destino
de nuestro hogar. Si cada habitante toma conciencia de sus acciones; si
comenzamos a respetar las normas y a exigir a nuestros conciudadanos que de
igual forma las respeten, dejando atrás la indiferencia; si ejercemos el
derecho de sufragio responsablemente y elegimos representantes dignos y
preparados para ejercer el poder, aprendiendo a desechar los gobiernos
mediocres que hemos tenido; sólo así podremos escapar de ser la “Maracaibo
marginada y sin un real” que con su potente voz auguraba el monumental Ricardo
Aguirre en su canción, y sólo así seremos capaces de rescatar nuestra ciudad,
llevarla por la senda del progreso, y erigirla en pujante e imponente metrópolis.
José Alberto Vargas La Roche.
“Tierra inmolada Maracaibo
señorial, aún deberás continuar sacrificada, Maracaibo tierra mía idolatrada y
olvidada por ser leal, Maracaibo marginada y sin un real, ¿qué más te puede
pasar que ya no te haya pasado?”.
Fragmento de la canción Maracaibo Marginada, de Ricardo Aguirre.