Tenía dos meses sin agregar ninguna entrada nueva
a este blog. A pesar de los múltiples acontecimientos que han ocurrido en ese período
de tiempo y las muchas noticias de magnitud, nada me motivaba a escribir. Sin
embargo, el día de ayer la tragedia y la muerte tocaron al país con gran
severidad, por lo que considero oportuno y necesario expresar mi opinión al
respecto. La refinería de Amuay, ubicada
en la península de Paraguaná del Estado Falcón, sufrió en sus instalaciones una
gran explosión producto de un escape de gas, con un subsecuente incendio que aún
no ha podido ser extinguido totalmente.
No me extenderé demasiado, ya que mis
conocimientos técnicos en el área petrolera son escasos, por no decir nulos, impidiéndome
realizar un análisis detallado de la situación sin pecar de ignorante. Me
referiré básicamente a las reacciones del oficialismo, porque son sencillamente
vergonzosas. En primer lugar, quedó claro que la causa de la explosión fue una
fuga de gas, mas no se ha determinado la razón de esa fuga ni el por qué no se
percataron de ella quienes laboran y quienes dirigen ese complejo refinador. Lo
que sí tengo claro es que el referido escape de gas no se debe a sabotaje
alguno por parte de la oposición venezolana, ni mucho menos a sabotaje extranjero.
Me es mucho más lógica la teoría -aunque no me conste- según la cual todo se debió
a falta de mantenimiento de las instalaciones.
Esa afirmación no es para nada sorprendente -aunque
sí indignante- conociendo la penosa situación en que se encuentra la industria petrolera
venezolana desde que el gobierno cambió su estructura tras el paro de
2002-2003. Permitir que la industria que representa la mayor fuente de ingresos
de Venezuela (lamentablemente), dependa de gente inexperta y de politiqueros,
trajo como consecuencia natural que ésta se fuera a la deriva. Así pues, que ya
se oiga en el seno del chavismo que la tragedia de Amuay se deba a sabotajes, es
una muestra más de que el gobierno central, ante cualquier problema atribuible
a su gestión, no asume la responsabilidad que le corresponde, sino que le atribuye
la culpa a la oposición, como siempre. “No fuimos nosotros, fueron los escuálidos”.
La omnipresente excusa.
Se le sugirió a Chávez que todo fue producto de
falta de mantenimiento, se le informó que desde días atrás se sentía un fuerte
olor a gas y que incluso una contratista había retirado su personal de la
refinería para prevenir cualquier problema.
En lugar de disponerse a verificar la veracidad o falsedad de la
información y tomar las medidas necesarias, sencillamente negó cualquier
responsabilidad de su régimen, tildó de irresponsable a quien osara decir tales
cosas, y tras seguir arremetiendo contra los medios de comunicación, procedió a
montar su propio circo mediático, rezando y comulgando como un inocente borrego
en una misa, y otorgando inútiles ascensos militares póstumos a las víctimas. ¿Acaso
unos ascensos simbólicos van a solucionar una crisis de esta magnitud y a paliar
el dolor de las familias de los fallecidos? Los muertos ya están muertos, los
ascensos no sirven, soluciones para sus familias es la mejor manera de
homenajearlos.
Como culmen del cinismo, el descaro y la hipocresía,
se encuentra la asquerosa solemnidad con que el impresentable ministro de defensa
dijo que “quede en nosotros el grato recuerdo y el ejemplo de los compatriotas y
compañeros de armas que entregaron la
vida por resguardar los intereses de la nación”. Ellos no entregaron su
vida voluntariamente ni por interés alguno, sencillamente estarían algunos
durmiendo y algunos haciendo su guardia, cuando los tomó por sorpresa la muerte. No
“sacrificaron” su vida por ninguna causa, la perdieron por la negligencia
del Estado, eso es todo.
Mis condolencias a los familiares de los
fallecidos por su terrible pérdida. Mis condolencias a todos los venezolanos por
la situación en que vivimos.
José Alberto Vargas La Roche.
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