Demasiados pensamientos e ideas han pasado por mi
mente desde el pasado domingo 7 de octubre de 2012. Como todos sabrán, en ese día
Hugo Chávez Frías fue reelecto por tercera vez para ocupar la Presidencia de la
República por el período constitucional 2013-2019, lo que representa su cuarto
mandato, el tercero que podrá ejercer completamente desde que fue electo por
primera vez en 1998 (recordemos que su primer período duró solamente un año, ya
que la entrada en vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela obligó a realizar nuevos comicios generales en el 2000).
Seamos serios y hablemos con claridad, más allá de
la admirable alta afluencia de participación electoral y del loable y
entusiasta trabajo que muchos realizamos para tratar de agilizar y asegurar el
proceso, y para instar a la gente a votar (mi felicitación especial a quienes
se desempeñaron como miembros de mesa y testigos de los grupos políticos), el 7
de octubre fue una fecha nefasta y así deberá ser recordado, como otro trágico
episodio de nuestra historia patria; cuál fue el momento preciso que determinó
la fatalidad de ese día: las diez de la noche, sobra decir el porqué. El resultado
del domingo no representó ninguna victoria o fiesta de la democracia, no nos
engañemos, por la sencilla razón de que Venezuela no vive en democracia; Venezuela
padece una autocracia, así de simple. Precisamente, lo negativo del gobierno
chavista no recae únicamente en el desacuerdo que gran parte de la población tiene
con su proyecto ideológico y con el sistema económico que paulatinamente ha
implantado; el problema del régimen trasciende a que éste se encargó de quebrar
el Estado de Derecho y de erradicar los principios democráticos que conforman
la forma de gobierno constitucionalmente consagrada.
Al afirmar que en Venezuela no hay democracia no
estoy pretendiendo sugerir que los resultados electorales hayan sido trampeados,
no estoy cantando fraude ni nada por el estilo, no crean idioteces; por el
contrario, reconozco que una mayoría decidió mantener a Chávez en el poder, lo
legitimó nuevamente, por muy equivocada que haya sido esa decisión. Chávez
logra ganar elección tras elección sin que el CNE tenga que alterar siempre los
resultados, gracias al voto de un pueblo tristemente ignorante y carente de una
real conciencia política, comprado por el sistema clientelar de las misiones, y
que además se encuentra enceguecido por un amor y una identificación irracional
hacia la figura del “Comandante”. Ahora, tampoco estoy negando totalmente la
existencia de vicios electorales, ya que el ventajismo que tuvo el candidato de
gobierno en su campaña política, valiéndose de los recursos del erario público para
financiarla y del aparato comunicacional estatal para impulsarla, y en general
irrespetando descaradamente la normativa electoral sin sufrir ningún tipo de
sanción por parte del CNE, representa a fin de cuentas una grave irregularidad
en las pasadas elecciones presidenciales. ¿Qué más se puede esperar cuando el
Poder Electoral también es dependiente del Ejecutivo?
En Venezuela no tiene vigencia el sistema
democrático, a pesar de que se celebren elecciones periódicas y que éstas sean
abrumadoramente ganadas por Chávez, porque la existencia de la democracia no
depende exclusivamente de la forma de elegir a los gobernantes, esto es sólo un
aspecto de ella. Una democracia sólo puede existir en un Estado de Derecho, y
tiene como principios fundamentales, además del de soberanía popular expresada
mediante el sufragio: el imperio de la ley –la cual es también manifestación de
la soberanía del pueblo, aunque indirecta-; el respeto y defensa de los
derechos humanos; la separación del Poder Público en ramas autónomas entre sí,
para evitar la concentración de éste en una sola autoridad que usurpe la
institucionalidad democrática; la alternancia en el poder; el respeto a las
minorías que no respalden el gobierno impuesto por las mayorías; entre otros. Viendo
esto, puede decirse que las elecciones en Venezuela son el último vestigio democrático
que queda en el país, ya que Chávez no se ha visto en la necesidad -por ahora-
de dejar de implementarlas y convertirse en un dictador tradicional,
sencillamente porque las gana siempre, y ellas le permiten mantener una
apariencia seudodemocrática ante la comunidad internacional. De resto, es
perceptible que vivimos en dictadura.
El resultado del domingo equivale a una condena. Un
alto porcentaje de la población, que votó por Chávez, se condenó no sólo a sí
mismo, sino también a quienes escogimos la alternativa de cambio, a 6 años más
de tiranía, que pueden asegurar se verá intensificada. Llegaremos, como mínimo,
a los 20 años de Gobierno Bolivariano, si el cuerpo y las circunstancias se lo
permiten a Chávez; digo como mínimo porque en 2019 puede ser perfectamente ratificado
en el poder otra vez, considerando que la Constitución fue enmendada para
permitir la reelección indefinida de los funcionarios con cargos de elección
popular, en un claro golpe a la democracia. ¿Dónde queda pues, la alternancia?
Serán entonces, 20 años de gobierno no sólo autocrático, sino también
totalitario, porque nos quieren imponer una forma de pensar. Serán 20 años de
Chávez, de este hombre irrespetuoso, intolerante, narcisista, mitómano,
militarista, corrupto, inescrupuloso, buscapleitos, promotor de la delincuencia
e incitador del odio; dos décadas en las que el pueblo ha tomado y seguirá
tomando a este señor como ejemplo a seguir, pareciéndose cada vez más y más a
él. Definitivamente discrepo de Gardel, que decía que “20 años no es nada”, ¡20
años son demasiado tiempo!
Por otro lado, la actitud asumida por la
dirigencia opositora, representada en la Mesa de la Unidad Democrática, me
parece excesivamente pasiva. Que ésta haya manifestado que las elecciones presidenciales
demostraron el correcto funcionamiento de la democracia en Venezuela; que
apenas protestara tímidamente por el ventajismo electoral del oficialismo y ni
siquiera haya denunciado los otros factores que hacen de nuestro país uno
carente de libertad plena; que invite al gobierno nacional a unificar a los
venezolanos, cuando éste ya ha demostrado ser un elemento divisor de la
sociedad; que pretenda entablar diálogos con el chavismo, cuando se sabe que
eso es imposible, ya que en sus filas sólo hay insultos, odio y subestimación
para con la alternativa democrática; claramente refleja una postura de sumisión
ante Chávez, un completo derrotismo, así se diga que “nadie debe sentirse
derrotado” y que “debemos seguir adelante”.
En efecto se trató de una dura derrota para
Venezuela toda, pero la oposición no debe ahora mostrarse débil y minusválida,
como lamentablemente lo está haciendo, ya que su discurso, a pesar de que esté
lleno de palabras de supuesta fortaleza, realmente se muestra como uno de
consuelo; no debemos ver el aumento en número del voto opositor como un premio
de consolación, porque al fin y al cabo perdimos, sino que debemos redoblar los
esfuerzos para alcanzar la meta de rescatar al país. No conozco qué estrategia
seguirán las fuerzas opositoras, pero por ahora, pareciera que hincaron la
rodilla.
La conciliación debe ser entre el pueblo, la
Unidad Democrática debe necesariamente trabajar por la unión social, debe
intentar tender puentes con el sector de la sociedad que se identifica con el
gobierno nacional para tratar de reducir en la medida de lo posible la horrible
polarización y el ignominioso odio entre clases socioeconómicas que predominan
en Venezuela. Ahora bien, esta unión no implica acercarse al gobierno y
rendirse ante Chávez, eso debe ser descartado. ¿Para qué agotar energías
inútilmente en cordializar con quien no quiere hacerlo? El trabajo unificador
es netamente social, comunitario, de calle; ahí debe enfocarse. Estos esfuerzos
no deben ser únicamente de los movimientos políticos, tú que me lees, debes ser
tolerante con tus conciudadanos, y tratar de abrir los ojos del chavista y
convencerlo a dejar la vida facilista y el conformismo, sin caer en
descalificaciones e insultos, respetándolo e invitándole a que te respete, por
muy difícil que parezca. Se trata de ir poco a poco sanando el odio social, es
una tarea titánica y que requiere de nuestro estoicismo, pero que vale la pena.
Así pues, habiendo expresado que los esfuerzos de
unificación nacional son restrictivamente sociales, creo necesario que la Mesa
de la Unidad Democrática adopte una actitud mucho más crítica para con el
gobierno nacional. Debe desecharse el victimismo y el letargo que se han
arraigado en el seno de la oposición venezolana; ésta debe sobre todas las
cosas erigirse en principal e implacable denunciante de los abusos cometidos
por el régimen, hablando de frente, sin contemplaciones.
El objetivo debe ser sacar a Hugo Chávez de
Miraflores, y para alcanzar esa meta se necesita mucha dedicación y seriedad.
Las cosas van a ser peores en Venezuela en el próximo período de gobierno
chavista, así sea de seis años completos o de menor duración, si el contexto
político lo impone de esa manea al final. El proceso de degeneración nacional
aumentará drásticamente, la inseguridad crecerá, los controles en todos los
aspectos de la vida incrementarán, la dictadura se volverá más férrea,
Venezuela seguirá cayendo por el pozo del desastre, no hemos tocado el fondo
aún. A pesar de todo lo malo, los venezolanos que queremos un cambio radical en
el país, que queremos un Estado de Derecho sólido, que anhelamos progreso,
prosperidad y paz, no debemos desfallecer. El primer paso necesario para
aguantar la embestida de la dictadura, es multiplicar el número de Estados
controlados por la oposición, y mantener los bastiones que actualmente tenemos.
Se hace indispensable votar en los comicios regionales de diciembre, no dejemos
que nos embriague el desánimo y que el dictador nos gane esta batalla. Debemos
seguir trabajando por este país, que todavía tiene salvación, hay que
sobrevivir.
Por último, me gustaría expresar mi respeto y
gratitud a Henrique Capriles Radonski,
quien como Atlas logró soportar el peso de tan intensa campaña política en un
tiempo tan reducido. A pesar de que su actitud en ocasiones pareciera rayar en
la ingenuidad, en definitiva, su tranquilidad, aplomo y honestidad, demostraron
que él es el líder que la oposición necesitaba. Si bien no comparto su decisión
de aspirar a la reelección como gobernador del Estado Miranda, ya que
necesitamos un líder a tiempo completo que se despliegue a nivel nacional y que
mantenga el perfil presidenciable, cosa que no podría cumplir cabalmente de ser
reelecto, y ya que además ante una eventual derrota electoral, quemaría su carrera
política; sí que mantengo mi convicción de que en algún momento, más temprano
que tarde, ocupará la Presidencia de la República.
Mientras haya venezolanos dispuestos a trabajar y que crean en su país,
Venezuela tendrá futuro.
¡Hay un camino!
José Alberto Vargas La Roche.